¿Cómo se llega a la radioafición?
Esta
es una pregunta que me hace mucha gente cuando descubre que soy
radioaficionado. Seguramente cada uno de los que estamos en este mundo
hemos llegado por caminos diferentes. En mi caso ya desde pequeño me
escondía debajo de las sábanas con un receptor de Onda Media (OM) que me
había regalado mi abuelo, de esos de bolsillo que todo el mundo conocía
como “el transistor”. Me pasaba horas intentando sintonizar algo
interesante, pero la mayoría de las emisoras que se escuchaban eran
árabes y no entendía nada, pero seguía buscando hasta encontrar alguna
que medio entendiera. También desde bien pequeño tuve gran curiosidad
por la electricidad y por saber cómo funcionaban las cosas por dentro,
revolviendo las tripas de todo aquello que caía en mis manos para
intentar averiguar qué había dentro y hacía que aquello funcionara de
aquella manera.
Receptor a válvulas marca Iberia |
También recuerdo con cierta nostalgia cuando de pequeño
iba a visitar a unos tíos abuelos que tenían en la cocina un receptor de
válvulas marca Iberia que sonaba de maravilla y con el que yo me
quedaba embobado mirándolo y escuchando, sobre todo el día del sorteo de la lotería de navidad. Hoy día ese receptor forma
parte de mi colección y aún funciona aunque habría que darle un pequeño
repaso.
Ya
al final de mi adolescencia, por medio de un amigo conocí la banda
ciudadana (CB), eran los 80 y por aquel entonces esta banda estaba en
pleno auge y en ausencia de teléfonos móviles por aquella época, la
gente usaba esta banda de 11m como telefonillo tanto desde los coches
como desde casa. La obtención de la licencia para CB era un puro trámite
administrativo pero la inmensa mayoría no lo hacía y salían digamos que
“piratas” ya que en esta banda no se usaba el distintivo legal y se
usaban distintivos puestos por los propios operadores al modo de los
nicks que hoy se usan en foros de internet o en las actuales redes
sociales.
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Mi primer equipo, una Mastek. |
Me
hice con mi primer equipo de CB (una Maxtek) y mi correspondiente
licencia con lo que empecé a transmitir usando una antena de móvil
apoyada sobre la pared al lado de la ventana, para mí en aquellos
momentos no existía eso de las ondas estacionarias ni nada que se le
pareciera. Pasé los primeros días escuchando y escuchando, fue entonces
cuando descubrí que mi equipo sólo tenía el modo de Frecuencia Modulada
(FM) y el resto de corresponsales transmitía en Amplitud Modulada (AM)
que por cierto aún no estaba autorizado este modo pero en cierta manera
sí permitido, así que tuve que modificar mi equipo para dotarlo de AM.
Recuerdo que el primer día que hablé me temblaba todo y empecé a sudar
hasta tal punto que terminé empapado. Superada esta dura prueba del
bautismo permanecí varios años en esta banda donde fui evolucionando el
sistema radiante, la antena salió fuera sobre una chapa en la ventana,
posteriormente la cambié por una antena de balcón, las que conocíamos
como "balconeras".
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A la izquierda la Intek y a la derecha la President Lincoln |
Un poco más adelante compré otro equipo, en esta
ocasión una Intek, pero éste tenía aparte de los 40 canales de la CB
otros 80 más, los que conocíamos como altos y bajos. Conseguí entonces
poner una antena en la azotea del edificio con el consiguiente permiso
de los vecinos, pues la CB no estaba regulada por la ley de antenas.
Finalmente me compré una emisora nueva, una President Lincoln, que ya
era un equipo homologado para Radioaficionado, pues la CB no estaba
considerada como tal, aunque en mi opinión debería estarlo. El equipo
solamente transmitía de 28 a 29,7MHz, la banda de 10m, banda totalmente
prohibísima para los CeBeístas, pero con una pequeña modificación en el
equipo se le hacía transmitir desde 26 a 30 MHz. Se abrió el mundo ante
mis ojos con este equipo, pues contaba con banda lateral (SSB) aparte de
los modos de FM, AM y telegrafía (CW) y con sus escasos 20W, conseguí
hablar con muchos rincones del mundo pues la propagación en aquellos
años estaba en lo más alto del ciclo solar. La CB se me empezaba a
quedar pequeña incluso usando los canales altos y super-altos en los que
mayoritariamente había operadores italianos.
Para
obtener la licencia de radioaficionado había que superar los
pertinentes exámenes que constaban de las materias tales como
electricidad, radioelectricidad, manejo de equipos, legislación y la tan
temida telegrafía auditiva tanto en transmisión como en recepción a 8
palabras por minuto. Por aquel entonces las licencias de radio se
dividían en tres categorías, A, B y C. La clase A era la conocida como
general y te habilitaba para operar todas las frecuencias autorizadas a
los radioaficionados. Para acceder a ella era necesario estar en
posesión anteriormente de una de clase C, conocida como novel, durante
al menos 6 meses y justificar 75 comunicados de radio, 50 nacionales mas
25 internacionales y volverte a examinar de electricidad clase A,
radioelectricidad clase A y de nuevo telegrafía auditiva (transmisión y
recepción pero esta vez a 15 palabras por minuto). La clase B te
autorizaba exclusivamente para las bandas de VHF y superiores (los 50MHz
estaban prohibidos, pues esos canales eran usados por la TV pública) y
por último la clase C te permitía usar ciertas bandas de HF con
limitaciones de potencia y segmentos restringidos. Decidí entonces junto
con un grupo de amigos de CB presentarnos a las pruebas de las clases B
y C a la vez preparándonos los temas de electricidad y
radioelectricidad para clase B que eran un poco más completos y junto a
la telegrafía, pues para la clase B no era necesaria pero sí para la C.
Las pruebas de manejo de equipos y legislación eran comunes para los
tres . Los exámenes eran convocados solamente 3 veces al año, así que en
primavera de 1991 empezamos a prepararlos para la prueba de finales de
otoño. Como aún éramos estudiantes y no disponíamos de mucho dinero,
fotocopiamos los libros de alguien que los tenía, los cuales yo me
llevaba por fascículos en el metro de camino a clase y los iba
estudiando día a día. Conseguimos también de forma gratuita un curso de
telegrafía, el libro lo fotocopiamos nuevamente y las cintas de cassette
las duplicamos en casa. Aún recuerdo las caras atónitas de algún
pasajero del metro y de la renfe de cercanías mirándome con cara extraña
cuando iba con mi walkman y mis cascos escuchando aquellos pitidos y
transcribiendo en una libreta.
Una
vez superados los exámenes, tocaba esperar a que la administración
publicara las listas de aprobados y suspensos en el mismo lugar de
examen, que por aquellos años estaba en la Escuela Oficial de
Comunicaciones en la calle Conde de Peñalver, 19 de Madrid, aunque cada
jefatura provincial tenía su sede. Tras revisar la listas, ¡Aprobado!
Continuará …....
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